En este artículo, que forma parte de nuestra serie sobre la soberanía alimentaria y la espiritualidad, Nettie Wiebe, una de las mujeres líderes de La Vía Campesina en Canadá, habla de la función de la espiritualidad en su vida y en la construcción del movimiento por la soberanía alimentaria. Basándose en la práctica espiritual de la mística que constituye una parte habitual de los encuentros de La Vía Campesina, Nettie recalca la importancia de las formas artísticas de expresión como el ritmo, la danza, la dramatización y el simbolismo para crear un sentido de unidad y solidaridad entre los y las activistas de diferentes orígenes culturales, al tiempo que se profundiza su conexión con el mundo natural.
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Nettie Wiebe, usted es una de las líderes de La Vía Campesina (LVC), un movimiento campesino transnacional que defiende la soberanía alimentaria y aúna a más de 200 millones de agricultores a pequeña escala, trabajadores agrícolas y pueblos indígenas que trabajan la tierra. Háblenos un poco de usted y de cómo se involucró en LVC.
Me he dedicado a la agricultura toda mi vida. Puede que me haya perdido algunas cosechas cuando estaba estudiando en el extranjero, pero por lo demás estoy comprometida con la agricultura y profundamente arraigada en ella. Esa ha sido mi vida junto con la academia. Soy doctora en filosofía y ética. Siempre, en mi mente, en mi vida, he establecido el vínculo entre cómo vivimos, qué comemos y cómo pensamos sobre nosotros mismos. Lo veo todo como un único paquete. Mi vida intelectual no está separada de mi vida práctica. Siempre las he integrado. La gente a veces me ha preguntado, ¿para qué necesitas una licenciatura en filosofía? Parece muy poco práctico. Y yo les digo que no, que de hecho es muy práctico. Tengo mucho tiempo para pensar cuando voy de un lado a otro en el campo, pero lo más importante es que nuestra ética y nuestras vidas intelectuales o académicas tienen que estar integradas en nuestras vidas prácticas. No creo que logremos avanzar en los graves problemas climáticos y ecológicos si no pensamos colectiva e individualmente en nuestro posicionamiento en este sentido. No es solamente una cuestión económica, es una cuestión ética.
Llevo muchos años involucrada en La Vía Campesina. Somos agricultores a pequeña escala aquí en Saskatchewan (Canadá) y cuando empezamos a cultivar por nuestra cuenta, inmediatamente nos hicimos miembros del Sindicato Nacional de Agricultores (NFU, organización miembro de LVC). Como soy mujer y, debido a cómo era el mundo académico entonces, y quizás todavía lo es, en cuanto al papel de las mujeres, no conseguí un puesto permanente como profesora en la Universidad de Saskatchewan. Entonces decidí dejar la universidad y aplicar mis cualificaciones en el movimiento, donde realmente estaba mi corazón. Me impliqué activamente en el Sindicato Nacional de Agricultores y me convertí en la presidenta de las mujeres, durante seis años, y luego, por primera vez en la historia del NFU, en realidad en la historia de cualquier organización agrícola nacional en Canadá, eligieron a una mujer como presidenta. Así que fui presidenta del NFU. Eran los últimos años de la década de 1980, y se estaban llevando a cabo las negociaciones sobre el GATT (Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio). En el NFU, ya nos habíamos opuesto a los acuerdos de libre comercio entre Estados Unidos y Canadá, que establecieron los parámetros para la globalización neoliberal de la agricultura. Así que teníamos esa experiencia aquí en Canadá, y sabíamos que esta corporativización de la agricultura iba a ser devastadora para la agricultura a pequeña escala. En 1993, enviamos un delegado a Mons (Bélgica), donde se creó La Vía Campesina, y desempeñamos una importante función en la organización de la 2.ª Conferencia Internacional de La Vía Campesina en Tlaxcala (México), en 1996. Ya teníamos buenas relaciones con grupos campesinos de la región de América Central.
Fue un éxito. No teníamos ni idea de lo amplio, diverso y dinámico que sería todo ese proceso. O sea, me quedé alucinada cuando llegué allí. Fue una experiencia increíble, 24 horas al día. También seleccionamos a los representantes de nuestro Comité de Coordinación Internacional (CCI). Había siete regiones y al principio se nombró a siete hombres, lo que creó una tensión importante porque cerca del 40 % de los delegados de la asamblea eran mujeres. Así que hubo alguna conversación tensa y todos los grupos regionales volvieron a reunirse para intentar encontrar una salida. Entonces fui elegida como representante por mi región, y acepté con la condición de que lo hiciéramos juntos. Cuando volvimos a la plenaria, éramos seis hombres y yo, y así fue como llegué a ser miembro del CCI, donde estuve ocho años.
Gracias por remontarnos a este momento fundacional en la historia de LVC. ¿Recuerda si la espiritualidad, o la religión, desempeñaron una función en la construcción del movimiento por la soberanía alimentaria?
Bueno, desde el principio tuvimos claro que esta no era solo una lucha económica, que era una lucha, no solo por nuestros medios de vida, sino por lo que somos, cómo vivimos y nuestras comunidades, y estas incluyen el suelo por el que caminamos y los animales que nos rodean. La cuestión era cómo tratamos los sistemas vivos, las redes en las que estamos inmersos. Se trataba de saber quién toma las decisiones y sobre qué base. Se trataba de la cultura. Teníamos muy claro que nuestra fuerza era nuestra diversidad, nuestra diversidad cultural, y que tendríamos que proteger la autonomía de todas las organizaciones. Que tendríamos que no solo tolerar la diversidad, sino también apreciarla, potenciarla y amarla. Se trataba de construir solidaridad, construir unidad sin uniformidad.
En lo que respecta a la espiritualidad, he llegado a comprender lo importante que es y cómo hay que dar cabida a otras expresiones distintas de las verbales y del programa de la reunión: las fluctuaciones de las conversaciones, el ambiente, lo visual, las expresiones de los seres vivos que te rodean. En las reuniones, sean donde sean, no solo llevamos banderas y parafernalia, sino que también creamos una especie de centro de mesa con semillas, plantas, ramas, flores, algo que nos recuerde que estamos en sistemas vivos y que formamos parte de ellos. Esto es lo que llamamos mística. Todo eso estaba presente en aquella primera reunión de 1996.
En cuanto a la religión, no recuerdo que hayamos hablado específicamente de las diferencias religiosas. Recuerdo que la gente era muy crítica con el nacionalismo hindú en la India, incluso en aquella época. Desde el inicio quedó claro que éramos autónomos como organizaciones y como personas. Las tensiones religiosas no formaban parte de lo que éramos. Todos venimos de diferentes contextos religiosos y tenemos prácticas diversas. Puede que se haya abordado dentro de los movimientos o en el contexto nacional o local, pero no es una característica definitoria de ningún tipo. Para mí, eso es tranquilizador porque creo que la espiritualidad más profunda, me refiero a las religiones, buscan expresar lo desconocido. Las religiones organizadas son, en cierto modo, una ideología que expresa algo sobre la presencia de dios, o de muchos dioses, todas ellas son simbólicas de algo que el lenguaje realmente no es capaz de explicar. Y el simbolismo es a menudo un simbolismo de lo desconocido. Tiene mucho sentido que cuando nosotros, como personas que trabajamos en la agricultura, que vivimos en contextos naturales, intentamos simbolizar nuestra profunda conexión con las fuerzas creativas de la vida de formas que las palabras no pueden expresar, lo hagamos a través de la belleza de otros sistemas vivos. Tiene sentido que en un movimiento de personas de la tierra sus expresiones de lo misterioso, de lo maravilloso, sean expresiones de semillas y flores, de árboles y cielos, que es lo que simboliza nuestra relación con lo maravilloso.
¿Cuáles son los orígenes de la mística en LVC?
La mística incluye a menudo algunos protocolos que no se diferencian de la religión católica organizada. Por ejemplo, repartir o entregar semillas a cada persona en la sala. Eso no es diferente a la comunión. Me ha llamado la atención cómo algunos de los simbolismos y protocolos de la mística que utilizamos están, de hecho, fundamentados por otros lugares donde la conexión espiritual se realiza mediante simbolismos y protocolos. Esto no es sorprendente. En América del Sur y Central, la presencia católica colonial ha sido prolongada y está profundamente arraigada en la cultura. El simbolismo no se crea de la nada. Está arraigado en experiencias profundas, a veces durante generaciones. Pero la mística se materializa de diferentes maneras en otros lugares. Podría ser a través de la danza, recuerdo hermosos bailes en Bangalore, en la India. Fue un hermoso recordatorio de que la belleza y la conexión de nuestros movimientos corporales también forman parte del movimiento político. No se pueden separar sin dolor, y bailar es parte de dar vida, de entenderse y respetarse unos a otros como seres diversos y vivos.
¿Puede decirnos algo más sobre la función de la espiritualidad y la religión en su propia vida y cómo esto ha guiado su trabajo en el movimiento? ¿Cuál fue el contexto religioso en el que creció?
Soy la duodécima de 15 hijos de una familia menonita, que creció en una pequeña explotación agrícola mixta. Mi gente era una comunidad de inmigrantes que vino de Europa del Este, no como individuos sino como comunidad. No migramos como colonos individuales, sino como pueblos enteros. Se vive en comunidad y tus mayores y tus hijos, tus tías y tus tías abuelas, todos forman parte de tu identidad. Los colonos de otras partes de Europa vinieron en su mayoría como individuos o como familias nucleares, mientras que nosotros vinimos como pueblos enteros. Si observo mi forma de trabajar y mi manera de pensar sobre el movimiento, creo que esto ha conformado mi opinión de que volar en solitario es peligroso, siempre volamos en formación, ¿sabes?
Era una comunidad de menonitas religiosamente conservadores que huyeron porque los hombres jóvenes fueron llamados al ejército, y creían que la violencia nunca es la respuesta, por lo que migraron comunidades enteras. Creían que era mejor migrar que luchar porque había que respetar la vida humana. Ese pacifismo es cada vez menos común, pero es mi legado. Nadie fue a la guerra, la violencia organizada no es, ni puede ser nunca, la solución. La educación religiosa para mí fue en gran medida un “practica lo que predicas”. Si crees que tienes que convertir a alguien haciendo proselitismo, hablándole, entonces ya has fracasado. Las personas deberían acercarse a tu forma de hacer las cosas viendo cómo las haces tú. El trabajo del buen vivir era en realidad la expresión de tu compromiso religioso. No se me da muy bien hablar de religión porque en realidad en mi casa no se hablaba de religión, sino que se intentaba practicarla, y la mayoría de las veces se fracasaba (risas).
¿Cómo describiría su propio viaje espiritual en el movimiento?
Nos gusta hacer el análisis, poner los datos sobre la mesa, utilizar argumentos persuasivos. Lo que he visto en mi trabajo como filósofa es apelar a la razón de otras personas, que esta es la manera de convencerlas. Pero, en realidad, no se consigue unir a todas las personas solo convenciéndolas intelectualmente, sino que también hay que atraerlas de una manera que las tranquilice, que las invite, que les dé vida, que las afirme como personas. La espiritualidad es una parte enorme del sentimiento de conexión y de la construcción de solidaridad.
Yo soy muy verbal. La palabra oral, la palabra escrita, ese es mi medio. Mi formación y mi cultura están comprometidas con los argumentos razonados. Para muchas personas no es así. Lo que habla por y para ellas es el ritmo, la danza, las dramatizaciones, el simbolismo. En la mística, a menudo hacemos pequeñas dramatizaciones sin palabras porque hay tantas lenguas en LVC. El simbolismo es una conexión profundamente espiritual porque ahí no hacen falta todas las cabinas con los traductores. Hablamos sin traducción. Si puedes entenderlo, es una forma más directa de comunicación. No se dirige únicamente al intelecto, sino al espíritu de forma más directa. Una de las cosas más llamativas de trabajar con esta diversidad que existe dentro de LVC es que en lugar de pensar “oh, bueno, si quieren traer unas flores, por qué no”, intentas comprender que estas semillas, flores, ramas nos recuerdan y simbolizan algo.
Nunca fue un problema para mí apreciar la belleza de la mística que siempre hacemos al comienzo de la reunión, porque a mí esto siempre me pareció un regalo tan maravilloso que la gente de todas partes traía y sigue trayendo. Pero entender las prácticas espirituales en el movimiento fue una curva de aprendizaje muy empinada para mí, y sigue siéndolo. Tenemos una mente muy industrializada, estamos muy orientados a la eficiencia, somos gente de relojes. Todavía tengo que seguir recordándome a mí misma que no todas las personas trabajan con esos ritmos, que los ritmos de la naturaleza y los ritmos de otras culturas son bastante diferentes. Tenemos que sentarnos con nuestra impaciencia y permitir que otras personas con otras perspectivas y otros ritmos se expresen también.
La manera canadiense/británica/europea es que preparamos la reunión con mucho cuidado, tenemos la estructura y el programa y hablamos. No es nuestra cultura cuidar y ser conscientes de que estamos sentados entre los hermosos regalos de la Tierra. En Canadá, nuestra manera de proceder es tomar un café juntos. Bebemos cerveza juntos. Esa es nuestra forma de socializar ese trabajo, pero no traemos intencionadamente canciones, poesía, símbolos u obras de arte al espacio. Como parte de la reunión, cantamos el himno de Canadá (“Oh, Canadá”) al comienzo de nuestras conferencias, por supuesto. Y cuando terminamos, cantamos “Solidarity Forever” a nuestra manera, desafinada, casi siempre con mucha energía.
He aprendido, y he cambiado mi forma de verme a mí misma, por ser parte del movimiento. Es decir, no se puede estar vivo y crecer si no se tiene en cuenta el contexto en el que se está creciendo. Y el contexto te cambia. Somos, en cierto modo, girasoles: nos dirigimos hacia el sol, donde está la luz. O sea, todos somos así.
En su opinión, ¿cuáles son algunos de los desafíos en torno a la soberanía alimentaria y la espiritualidad de cara al futuro?
En cuanto a la religión, tengo la esperanza de que sigamos respetándola, pero pasando alrededor de ella, no metiéndonos en ella. Así es como hemos actuado hasta ahora. Me parece que esa es la forma de que un movimiento pueda prosperar sin dividirse en facciones religiosas. Pero la espiritualidad es una parte muy importante de nuestro movimiento. Como he dicho antes, nunca fue únicamente una propuesta económica. Aquí estamos construyendo juntos un mundo diferente, el mundo físico, ambiental, material es, por supuesto, donde vivimos, pero también estamos construyendo una solidaridad, una comprensión de quiénes somos como seres humanos y cómo tenemos que ser. Eso ha sido parte de la lucha de La Vía Campesina. Un desafío fundamental es cómo nos vemos a nosotros mismos en cuanto al género. Ninguno de nosotros vivimos en sociedades que no sean patriarcales. El desafío espiritual en torno a esto ha sido el de ver a los demás primero como humanos y, luego, entender las diferencias de una manera que no explote, manipule y oprima a algunas partes de esa comunidad humana, que es la base sobre la que el patriarcado se construye. Las comunidades rurales son profundamente patriarcales. La forma en que la tierra se ha distribuido y se posee o utiliza, la forma en que se toman las decisiones.
Ese ha sido un reto con el que La Vía Campesina ha bregado a menudo. Te conté la historia inicial de ser la única mujer allí, ese ha sido uno de los verdaderos desafíos. Las místicas son organizadas y realizadas en su inmensa mayoría por las mujeres del movimiento. Y eso ha sido importante porque tenemos que seguir comprendiendo lo que aportan las mujeres como regalos vivos. Y si piensas en sistemas vivos, ese simbolismo es muy importante. Y eso también se expresa a través de mucho arte. Una gran parte del insumo cultural proviene de las mujeres. Es decir, eso no lo ves cuando se observa la industria, la industria musical o la editorial, no lo ves. Pero, de hecho, en el hogar y en la comunidad es muy frecuente que las mujeres desempeñemos una función cultural y espiritual muy importante.
Esta entrevista fue diseñada, realizada, grabada, transcrita y editada por Priscilla Claeys y Jasber Singh. La versión final fue revisada y validada por Nettie Wiebe.