Nuestros colegas, Priscilla Claeys y Jasber Singh, están iniciando una nueva serie como parte de la columna Agroecología en movimiento para arrojar luz sobre un aspecto poco explorado de la transformación del sistema alimentario: la función de la espiritualidad y la religión en las luchas de los movimientos sociales por la soberanía alimentaria. Para profundizar en su investigación, hablarán con varios activistas a favor de la soberanía alimentaria de todo el mundo. En este primer artículo, entrevistaron a Paul Nicholson, de La Vía Campesina.
Para leer este artículo en inglés, haga clic aquí.
Serie sobre la soberanía alimentaria y la espiritualidad
En las organizaciones de izquierda tradicionales, especialmente en Europa, la religión y la espiritualidad suelen considerarse fuerzas opresoras. Viene a la mente, por ejemplo, la tristemente célebre frase de Karl Marx, “la religión es el opio del pueblo”. En muchos casos, tanto en el Sur Global como en el Norte Global, la organización de la izquierda se enmarca ostensiblemente como secular para desalentar que la identidad religiosa fomente toda forma de división o distracción de objetivos políticos más amplios. En este contexto político de izquierdas, se considera que la religión puede dividir a un grupo de otro, y reflejar las tácticas históricas del imperialismo de divide y vencerás. Como tal, la religión suele mantenerse separada de la construcción de movimientos sociales.
No obstante, la religión, o la espiritualidad, es una parte fundamental de las vidas de las poblaciones rurales en todo el mundo. La Declaración de Nyéléni de 2007, que se considera un documento fundacional clave para el movimiento mundial por la soberanía alimentaria, reconoce la importancia de luchar por un mundo en el que se defienda “el poder de los pueblos para decidir sobre sus herencias materiales, naturales y espirituales”. Si bien se ha escrito mucho sobre las dimensiones políticas y jurídicas del derecho a la soberanía alimentaria, sus aspectos espirituales han recibido menos atención. ¿Qué función desempeña la espiritualidad en las luchas por la soberanía alimentaria? ¿En qué medida la espiritualidad y la religión apoyan o impiden la construcción de movimientos? ¿Cómo gestionan los y las activistas por la soberanía alimentaria sus propias vidas espirituales y religiosas y las prácticas basadas en un lugar concreto en el movimiento transnacional? Para explorar estas cuestiones, decidimos hablar con varios activistas a favor de la soberanía alimentaria de todo el mundo. En este primer diálogo, conversamos con Paul Nicholson, de La Vía Campesina.
“La espiritualidad ha sido un adhesivo común”: Entrevista a Paul Nicholson, de La Vía Campesina
Paul Nicholson, usted es uno de los cofundadores de La Vía Campesina (LVC), un movimiento campesino transnacional que defiende la soberanía alimentaria y aúna a más de 200 millones de agricultores a pequeña escala, trabajadores agrícolas y pueblos indígenas que trabajan la tierra. Háblenos un poco de usted y de cómo se involucró en LVC.
He sido ganadero toda mi vida. Tuve algunas responsabilidades en la organización de productores lácteos EHNE Bizkaia, y me involucré en todo el tema de la liberalización del comercio cuando España entró en el Mercado Común Europeo en 1986. Empezamos a visitar a compañeros agricultores en muchos otros países europeos para estudiar las repercusiones de la nueva política agrícola. Descubrimos que afrontábamos un problema común. Que no era una lucha entre agricultores o entre países. Era una lucha contra las políticas que estaban diezmando a los agricultores a pequeña escala. Nos pusimos en contacto con otras organizaciones campesinas de toda Europa y unimos nuestras fuerzas en la Coordinadora Europea Vía Campesina (ECVC), que entonces se llamaba Coordination Paysanne Européenne (CPE). Luego coordinamos nuestros esfuerzos en el plano internacional, con campesinos de todo el mundo. La Vía Campesina se formó en 1993. Empezamos de forma muy intuitiva. No sabíamos hacia dónde íbamos ni cómo lo íbamos a hacer, pero sí que sabíamos lo que éramos. Éramos agricultores campesinos y nuestra lucha era cambiar las políticas agrícolas y generar una nueva sociedad, una nueva sociedad justa. La Vía Campesina fue un movimiento transformador desde el principio.
Rechazamos la forma de organización más vertical y tradicional. Aprendimos a funcionar de diferentes maneras. Desarrollamos estrategias más horizontales, y las mujeres y la juventud empezaron a desempeñar una función más importante. Estamos hablando de 1993, con una sociedad muy machista. En aquel momento, no existía ninguna organización campesina internacional. Eran los grandes agricultores quienes hablaban en nombre de todos. Y, en nuestra opinión, eso no era posible, porque los grandes agricultores defienden la agroindustria. Defienden un modelo de agricultura orientado a la exportación. Y por este motivo tuvimos que luchar por nuestro espacio como pequeños campesinos. Nuestra propuesta era la “vía campesina”. Desarrollamos la idea de la soberanía alimentaria, una visión política basada en el derecho de los pueblos a definir sus políticas alimentarias y a tener voz sobre quién produce los alimentos y cómo se producen. La soberanía alimentaria se convirtió en el motor principal de La Vía Campesina, y con el tiempo, en una de las principales propuestas de una visión alternativa para la sociedad en general.
Se ha escrito mucho sobre las dimensiones políticas y jurídicas de la soberanía alimentaria, pero se ha hablado menos de los aspectos espirituales de la misma. ¿Cuál diría usted que es la función de la espiritualidad, o la religión, en el movimiento a favor de la soberanía alimentaria?
La religión nunca ha sido un problema en La Vía Campesina. Nunca ha sido una cuestión que genere divisiones. La espiritualidad ha sido como el cemento, un adhesivo común. En La Vía Campesina, obviamente, hay coordinadores y miembros de todas las religiones. Tenemos una diversidad enorme y esto nunca ha sido un problema porque lo que nos une es el amor por la tierra. En la mayoría de las lenguas existe una expresión para designar a la Madre Tierra, o Pacha Mama.
Yo diría que la espiritualidad es uno de los principios fundamentales del movimiento. En cada encuentro de La Vía Campesina, comenzamos el día con lo que llamamos una mística. Es una “actuación” espiritual de 10 minutos relacionada con lo que tienen en común todas las personas presentes. La mística suele comenzar con música o poesía, y se centra en una cuestión específica que queremos destacar. Podrían ser las semillas. El valor de las semillas, la lucha contra las corporaciones transnacionales que quieren quitarnos las semillas. Y luego terminamos repartiendo semillas. Este es un ejemplo de representación típica. O se aborda nuestra relación con la tierra, que es nuestra tierra, que nos ha sido arrebatada. Otro tema muy común es la violencia contra las mujeres, la relación entre mujeres y hombres, la cuestión de la violencia doméstica o de género. Estos son temas muy comunes. La mística no requiere ninguna traducción, pero comunica emociones muy fuertes. A menudo, la mística te hace llorar o te hace comprender algo muy claramente. Necesitas una mente abierta y entender nuestra relación con la tierra. Es una cosmovisión, no una comprensión antropocéntrica. El planeta es el centro. En mi opinión, la mística es uno de los principios que unen a La Vía Campesina. No somos un movimiento intelectual. Somos un movimiento emocional. La mística nos ayuda a trabajar en nuestros puntos comunes, no en nuestras diferencias.
¿Cuáles son los orígenes de la mística en LVC?
La mística está originalmente vinculada al movimiento de la teología de la liberación en América Latina, tiene orígenes cristianos. En la mayoría de los movimientos radicales de Brasil, por ejemplo, la mística es fundamental. Fue retomada por organizaciones miembros de LVC en América Latina, y más tarde en diferentes formas en la India y el Sudeste Asiático, cada una con su propio carácter. Las organizaciones africanas miembros también la hacen ahora y tienen su propia manera de expresar su espiritualidad en la mística. En Europa, ha sido más difícil. Creo que en Europa somos muy racionales. Tenemos los pies en la tierra y nos gusta ir a lo concreto, al grano directamente. En los encuentros internacionales, al inicio de cada jornada solemos tener una mística, y cada día la mística la organiza una región concreta.
¿Recuerda la primera mística en la que participó?
No la entendí. Porque vengo de Europa y fui a una escuela de agricultura. Ha sido un proceso de aprendizaje para mí. Al principio me resultó difícil, pero ahora considero que este es uno de los aspectos fundamentales de nuestro movimiento. Las místicas son espirituales, pero también son muy políticas.
¿Cuáles son algunas de las dimensiones de género de la espiritualidad en el movimiento?
Nosotros, los hombres, conducimos tractores, nos gustan las máquinas. Eso es lo que aprendimos en las escuelas de agricultura: cómo producir más y no cómo producir mejor, cómo producir más máquinas. Toda la tecnología, toda la ciencia, la ciencia convencional está orientada hacia ese objetivo. Son las mujeres las que tienen otra comprensión de la relación con la producción de alimentos, la cuestión de la tierra y la cuestión de la soberanía alimentaria. Las mujeres son las impulsoras de la soberanía alimentaria, porque es un concepto que crece desde el hogar hacia arriba. En la mística, las mujeres desempeñan claramente una función principal en la preparación. Tenemos dos comisiones importantes para empezar el día. Una de ellas es la comisión de mística, que se encarga de la preparación de esta representación espiritual. Y la segunda es el grupo de metodología, que trabaja en cómo facilitar el encuentro, su metodología y pedagogía. Y las mujeres desempeñan una función importante en ambas comisiones. Es una nueva forma de organizarse. En La Vía Campesina, nunca ha habido una división importante y eso es porque gestionamos nuestros debates y siempre buscamos lo que nos une, buscamos el consenso. Tenemos que hacernos más fuertes. Tenemos que acumular las ideas, unir a las personas. Mucha gente dice que somos ineficientes, porque somos muy lentos, pero tenemos que ir despacio y al ritmo de nuestros acuerdos. Si no hay acuerdo, hay que dejar el asunto de lado y retomarlo otro día.
¿Puede decirnos algo más sobre la función de la espiritualidad y la religión en su propia vida y cómo esto ha guiado su trabajo en el movimiento? ¿Cuál fue el contexto religioso en el que creció?
Soy algo entre ateo y agnóstico. Depende. Fui a un internado católico. Mi experiencia como joven no ha sido positiva con respecto a la religión y especialmente a la institución religiosa. Pero mi construcción espiritual ha sido diferente. Recuperé mucha espiritualidad, mi espiritualidad, mi sentido de la existencia, en La Vía Campesina. Gracias a la comprensión de las vidas de muchas otras personas que, como yo, tienen una relación con la tierra, el agua y la sostenibilidad. Por lo tanto, puedo decir que he ganado espiritualidad en el movimiento.
He aprendido especialmente de los pueblos indígenas. Tienen una comprensión diferente de la relación con el cosmos. Creo que necesitamos esta cosmovisión. Este también ha sido un debate a nivel interno. Recuerdo que en una de las cumbres sobre cambio climático estábamos trabajando en nuestra declaración política a altas horas de la noche, y una de las personas indígenas de nuestra delegación dijo: “tenemos que defender una cosmovisión, nuestra relación con el planeta”. Y los delegados europeos no lo entendieron en absoluto. Para ellos, la emergencia climática era el problema, y la espiritualidad era una pérdida de tiempo, no era relevante para la discusión. Fue un debate intenso. Nos obligó a reflexionar sobre nuestra función y nuestra relación con la tierra. Nos ayudó a ver que tenemos que ir más allá de la tecnología o las soluciones tecnocráticas, necesitamos algo más que un cambio de políticas. Tenemos que desarrollar nuestras alternativas al neoliberalismo y necesitamos una nueva ética. En ese sentido, La Vía Campesina es transformadora.
¿Cómo describiría su propio viaje espiritual?
Tuve que deconstruir mi formación, mi formación ideológica, las prioridades que me habían enseñado. La deconstrucción es muy, muy potente. Por eso son tan importantes las escuelas de formación gestionadas por campesinos. No solo para cuestiones agroecológicas, sino también para una comprensión ideológica. Estamos intentando construir una nueva sociedad con otros cimientos. En los últimos 10 años, las organizaciones campesinas han creado universidades campesinas con su propio plan de estudios, sus propios sistemas de formación, trabajando para el desarrollo de una nueva persona. Creo que este es uno de los logros más impresionantes de La Vía Campesina. Estas escuelas florecen no solo en América Latina, sino también en África, en la India o en Indonesia con diferentes necesidades. En Europa, ha sido más difícil, porque en Europa creemos que sabemos. Realmente seguimos siendo coloniales. Creemos que estamos enseñando al mundo cómo vivir, cómo trabajar y cómo ganar dinero. Seguimos manteniendo relaciones con otros países pensando que sabemos, pero no es así. El fracaso de nuestro modelo agrícola forma parte de ello. El modelo agrícola en Europa es el de un agricultor de tamaño medio o grande, en la cama con la agroindustria. Estamos obsesionados con producir más, es un modelo loco y suicida, no encarna el amor por la agricultura. Y de hecho, hoy en día en las grandes explotaciones agrícolas no hay capacidad de transmisión de padre a hija o hijo. Los agricultores actuales son gestores de explotaciones agrícolas. Están perdiendo un sentido, una conexión espiritual. Y para poder sobrevivir como agricultor, en este duro entorno económico, necesitas algo más que un modelo de producción eficiente. Pero de eso no se habla en las escuelas de agricultura.
¿Está sugiriendo que se necesita una vida espiritual activa para sobrevivir como pequeño agricultor o activista campesino?
Sí, creo que sí. No me refiero a la espiritualidad como un ritual, sino como una comprensión, como una forma de vida. Es la forma de relacionarse con la sociedad. Cómo construyes alianzas, tu relación con lo local, con los movimientos sociales que se basan en otro entendimiento. Es un entendimiento no tangible, se trata de nuestros valores.
En su opinión, ¿cuáles son algunos de los desafíos en torno a la soberanía alimentaria y la espiritualidad de cara al futuro?
No creo que se discuta sobre religión en el futuro, no es un problema. Nadie duda de que cada uno de nosotros puede tener una religión. No creo que vaya a ser un tema que divida y tampoco que unifique. Pero la espiritualidad sí. Y nuestra relación con la tierra, con el medio ambiente. Creo que la espiritualidad será fundamental para mantener nuestras luchas contra la mercantilización de nuestros bienes comunes, la tierra y el agua. Pensemos en el tema de la minería, por ejemplo. Para nosotros es una violación de la tierra en el sentido espiritual.
Uno de los desafíos que veo para el futuro tiene que ver con la transmisión del conocimiento y la transmisión de la espiritualidad. Es muy importante tener ejemplos y modelos de referencia. Creo que el papel de las mujeres como referentes será fundamental. Vivimos en una sociedad muy materialista, mercantilizada y consumista. Si miro a mis nietos, que están creciendo en la finca a mi alrededor, me sorprende que lo adquieran tan rápidamente. Pero luego, la atracción del consumidor es enorme, el ocio moderno, urbano. Y las ciudades tienen muchas promesas. También tendrán que descubrirlo por sí mismos. ¿Qué es una mentira? ¿Qué es real? Supongo que se irán y luego volverán.
Esta entrevista fue diseñada, realizada, grabada, transcrita y editada por Priscilla Claeys y Jasber Singh. La versión final fue revisada y validada por Paul Nicholson.